Juan Pablo II mostró que si la familia estaba enferma, el mundo no avanzaba

Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano

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A pocos días del aniversario de los 100 años del nacimiento de San Juan Pablo II, recordamos a este gran Papa, que pasará a la historia entre otras muchas cosas por ser el Papa de las familias. Juan Pablo II durante sus 26 años de Pontificado habló incesantemente de la familia, fue uno de los temas que más profundizó, pero ¿porqué este tema era tan apreciado para él, que sucedía en el mundo para que le diera tanta importancia? Según el Profesor Gilfredo Marengo, para comprender el lugar de la familia en el Magisterio de Juan Pablo II, se debe mirar a dos factores: “El primero – dice – es su biografía, su especial sensibilidad cultural y también pastoral, tal y como el declaró:

«Como sacerdote, me di cuenta muy pronto de esto. Sentía una llamada interior en esa dirección. Hay que preparar a los jóvenes para el matrimonio, hay que enseñarles el amor. El amor no es cosa que se aprenda, ¡y sin embargo no hay nada que sea más necesario enseñar! Siendo aún un joven sacerdote aprendí a amar el amor humano. Éste es uno de los temas fundamentales sobre el que centré mi sacerdocio, mi ministerio desde el púlpito, en el confesonario, y también a través de la palabra escrita» (Cruzando el umbral de la esperanza).”

“En segundo lugar – señala – la herencia del Concilio Vaticano II que miró la familia como uno de los “problemas más urgentes” de nuestro mundo”. “Nosotros sabemos bien que Juan Pablo II se consideraba un hijo del Concilio y vivió su Pontificado como desafío y tarea para realizar las enseñanzas de este extraordinario acontecimiento eclesial”, señala el Vicepresidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II.

Desde hace alguna década, la familia se encuentra amenazada, e incluso se puede decir “destruida” por la decadencia de los valores morales, por el materialismo y por la mentalidad consumista que nos invade. Para el Prof. Gilfredo, “se puede decir que, en un cierto sentido, la familia está siempre amenazada, porque está al centro de un encuentro dramático de dos libertades y ninguna puede a priori escapar de esta dramática”. “Al mismo tiempo – explica –cada época está marcada por distinguidos desafíos. Algunos de nuestro tiempo estaban bien presentes en la temporada de Juan Pablo II: la separación entre amor y fecundidad, el escepticismo hacia el “para siempre” del amor” pero otros – dice – “son hijos de nuestro tiempo”. “Yo creo que el mayor problema sea hoy una curiosa comprensión del amor: todo el mundo mira al amor casi como único valor por el que dar la vida, pero al mismo tiempo cada uno pretende decir lo que es amor, siguiendo un sentido demasiado subjetivo”.

A esto añade que, se puede decir que hoy el amor “es la sola religión de la post modernidad: “Yo creo que aquí se puede apreciar la tarea y la misión de la Iglesia hoy: Dios es amor, pero amor puede convertirse en ídolo”.

La gran contribución de San Juan Pablo II en la familia  

Recordando las innumerables aportaciones del Papa Juan Pablo II en este campo, destaca su Exhortación Apostólica Familiaris Cosortio, la cartas a las familias del 94, pero también creo el Pontificio Instituto Juan Pablo II en el que el Profesor Gilfredo Marengo es Vicepresidente. Don Gilfredo asegura que el Magisterio de Juan Pablo II sobre el matrimonio y familia “está verdaderamente como un unicum y una novedad absoluta en la historia de la Iglesia” y puntualiza que su Instituto “es un fruto de la temporada sinodal sobre la familia que produjo Familiaris consortio (1981), testigo de la mayor atención a la familia que animó el Papa”.

De hecho – continúa –“la fundación de un Centro Académico Internacional sobre la familia hace comprender que el Papa tenía muy claro que el cuidado de la familia por parte de la Iglesia pedía también una fuerte inversión de reflexión e investigación teológica” y “esta – dice – es la misión de nuestro Instituto desde hace 39 años”.

En este sentido, recuerda como en estos últimos años el Papa Francisco ha invitado a renovar nuestro compromiso con la certeza de que podemos responder a las preguntas de la iglesia y del mundo, arraigados en la única herencia de nuestro Fundador. “Nos sentimos protagonistas del deber de acompañar a los hombres de nuestro tiempo, a realizar lo que el Papa Francisco llama “sueño de Dios”: «Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo, que nadie sienta que sobra o que no tiene un lugar» (Philadelphia, 26 settembre 2015)”.

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